Masticaba una manzana de forma lasciva, con brillo de sucios recuerdos en los ojos. Canas en la barba semi crecida y olor a mugre de años en su cuerpo y en su alma.
"A vos capaz que te suene cruel" me dijo " pero este es mi laburo. La gente come cerdo gracias a que alguien le pasa un cuchillo por el cogote y eso me toca hacerlo a mi"; Me dijo que no le molestaban los gritos agonizantes de los animales a punto de morir... "Son cerdos" me dijo.
Señaló hacia el chiquero, donde unos lechones almorzaban sin saber que su garganta estaba destinada a ser abierta por un acero afilado, "Cerdos, entiende... a quien le importa matar a un cerdo, solo es necesario identificarlo como tal... ¿Usted tiene dudas de que esos bichos sean cerdos? Solo hay que identificarlos como tal... ¿Usted conoce algún cerdo?" Contesté no, rápido, nervioso, con un movimiento de cabeza... "Si lo conociera va a ver que no tendría problema en abrirle la garganta por mas grito que este pegue"
Al rato me despedí de Toto -así se llamaba el hombre-, me sentía incomodo y con la sensación de que no debería haber hablado con el. A lo lejos, casi poéticamente, un cerdo se cogía a otro. Crónica Fantasma de gente real.